En esta película estamos ante la presencia de un hombre infame que como lo plantea Foucault, es un personaje caracterizado por formar parte de la universal fama pero resaltando en ella debido a su desgracia e infortunio.
Es la monstruosidad de este cuerpo, el secreto, que debe ser llenado de atención al manifestarse como una variación individual. Esta alteración es la que es diseminada mediante el murmullo dentro de la comunidad y en este caso presentado como atracción y dado a conocer a través del circo. Actualmente, pienso que las redes sociales (Twitter, Facebook, You Tube, etc) y los medios de comunicación masivos, harían que esa información se esparciese rápidamente haciendo más insoportable la vida de esas personas[1].
Esto ocurre puesto que los actos de demarcación (Foucault, en “La vida de los hombres infames”) que señalan los límites de la sociedad y en este caso, la distinción entre lo normal y lo patológico, son transgredidos por el cuerpo deformado del protagonista. Joseph Merrick es concebido como un monstruo humano (Foucault, “Los Anormales”), dado que es una excepción corporal y normativa, es decir, se sale de lo que “debiese ser” poniendo en juego las regularidades sociales pero también las médicas.
Como se observa a lo largo de todo el film, el hospital como institución de adiestramiento, intenta insistentemente corregir al hombre elefante. Trata de normal-izarlo pero ya no mediante la intervención médica de su cuerpo, sino que a través de la culturización de su intelecto, lo que es reflejado cuando el protagonista se encuentra leyendo diversos libros o aprendiendo a cómo comportarse en sociedad.
Pese a que logra adquirir las pautas de comportamiento socialmente aceptadas, Joseph siempre es un hombre estigmatizado (Goffman), no importa cuán inteligente sea o cuántas otras habilidades pueda desarrollar, constantemente estas cualidades se ven opacadas por las alteraciones de su cuerpo, lo que lo transforma en una identidad deformada la que influye en sus interacciones –limitadas- con los otros.
Creo que el cuerpo de este sujeto infortunado, deviene en un cuerpo condenado: está siempre encerrado, no es libre de hacer lo que él quiera -dado que todas sus decisiones son tomadas por otros - y tiene una pena implícitamente impuesta que busca reformarlo a toda costa, demostrando el doble proceso de la misma (Foucault, “El cuerpo de los condenados”),puesto que el cuerpo desaparece como objeto de castigo y se anula el dolor físico, pero el drama en el que vive hace que este castigo “imperceptible”, termine por afectar su propia ¿vida?, alma, pensamientos, corazón y voluntad.
A través de esta película, aflora lo que permanece oculto y al ser considerada como una narración, puedo afirmar que también se presenta como un discurso de la infamia. Pienso que los canales de televisión actuales, como Discovery Channel[2], al presentar casos de alteraciones físicas (personas excesivamente altas o inmensamente bajas, siameses unidos por la cabeza, etc) como objeto de su parrilla programática, también se transforman en las pantallas de las narrativas del infortunio.
Por otra parte, creo que el film nos interpela como espectadores en tanto nos lleva a una reflexión en torno al cuerpo. Si el cuerpo es la representación que nos hacemos de él (Le Breton) estaría en manos propias la posibilidad de de-construir las tipologías sociales y comenzar a valorar el “yo” que existe dentro de la corporalidad. Con esto podríamos dejar de percibir las características que han sido construidas como “peligrosas” y/o“desviadas” en torno a los rasgos socialmente designados como distintos, pienso en los cuerpos de “flaites”, migrantes, transexuales, entre otros, que son percibidos como individuos a corregir (Foucault), como amenazas, agentes patógenos (Esposito), que son utilizados para avalar los planteamientos estatales de igualdad precisamente mediante la negación de la misma.
Así concluyo pensando el cuerpo como un paso para concientizar de la poca importancia del mismo, en el cuerpo como una pre-condición para la transformación social, para un cambio en la ciudadanía que considere la diversidad para construir una democracia munitaria[3] (Esposito), en donde todos tengamos los mismos deberes, pero también, los mismos derechos, más allá de nuestra corporalidad.
[1] Véase “Fotos Humanos Increíbles” en Taringa: http://www.taringa.net/posts/imagenes/1638521/Fotos-humanos-increibles.html
[2] El programa es llamado “Gente única”.
[3] El autor plantea que MUNUS significa función, encargo, obligación, de manera que ser INMUNE implica estar exento de esos deberes.